Friday, April 26, 2024
Gospel Meditation: 5th Sunday of Easter
My friend and fellow pastor, Father Paul, noticed unsightly, overgrown trees near his parish church. He asked the maintenance crew to cut back the growth, which they happily did, telling him the trees would be much healthier and even fuller after a good pruning. A few days later, Father Paul received a letter from an irate man in the neighborhood who wrote, “Jesus would never prune trees like that. He loves trees, unlike you.”
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My friend and fellow pastor, Father Paul, noticed unsightly, overgrown trees near his parish church. He asked the maintenance crew to cut back the growth, which they happily did, telling him the trees would be much healthier and even fuller after a good pruning. A few days later, Father Paul received a letter from an irate man in the neighborhood who wrote, “Jesus would never prune trees like that. He loves trees, unlike you.”
I suspect that the neighbor was not familiar with this week’s Gospel in which Jesus says of his Father, “He removes every branch in me that bears no fruit. Every branch that bears fruit he prunes to make it bear more fruit” (John 15:2) I don’t mean to pick too much on that fellow. He was perhaps ignorant of arboriculture. But I’d wager his main confusion was the pruning and removing quality of God’s love. That confusion afflicts us all to some degree, doesn’t it? It is just so darn easy to react negatively when God cuts something out of our lives and assume it’s not his work at all. In the moment, all we see is the loss, and not the loving desire for future flourishing.
The cross is the great pruning of Christ’s body. Jesus’ rising is the brand-new growth. It is God’s promise to us that all the painful pruning in life is leading us somewhere beautiful. What has been cut back or out in your life? A friend, an opportunity, a sense of certainty, a job, health, a relationship? This week, offer those dry branches to the one who lovingly prunes us in order to make our lives burst with verdant growth.
— Father John Muir
Meditación del Evangelio: 5º Domingo de Pascua
Unidos a Jesús jamás seremos vencidos y tendremos la fuerza necesaria para combatir las altas y bajas de la vida. Un ser humano pleno es aquel o aquella persona que se une a otros para hacer el bien y luchar por el bien común. Nuestra unión con Jesucristo es fraterna, es decir, conlleva convivir con la persona.
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Unidos a Jesús jamás seremos vencidos y tendremos la fuerza necesaria para combatir las altas y bajas de la vida. Un ser humano pleno es aquel o aquella persona que se une a otros para hacer el bien y luchar por el bien común. Nuestra unión con Jesucristo es fraterna, es decir, conlleva convivir con la persona.
Separados de Él no lograremos nada. Desde nuestro Bautismo, llevamos la savia de su Evangelio en nuestras venas. Así, que a trabajar se ha dicho, a ser mejores esposos y padres de familia.
Mejores en la sociedad y en nuestra comunidad de creyentes, es decir en nuestra parroquia. “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, pero sin mí no pueden hace nada” (Juan 15:5). Las catequesis dominicales del Papa Francisco son caminos seguros que dejan más claro el mensaje del Evangelio.
Hoy nos dice: “Hay caminos que no llevan al Cielo: los caminos de la mundanidad, los caminos para autoafirmarse, los caminos del poder egoísta. Y está el camino de Jesús, el camino del amor humilde, de la oración, de la mansedumbre, de la confianza, del servicio a los demás.
No es el camino de mi protagonismo, es el camino de Jesús como protagonista de mi vida” (05-10-2020). Entonces, ¿cuál camino escogeré? Pidamos al Señor nos ayude a estar vinculados a Él. Ya que sólo podremos dar frutos de vida eterna si estamos unidos a Jesús.
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